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SOLALINDE: ES PERSEGUIDO POR GOBIERNO E IGLESIA MEXICANA

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NOTA DEL BLOG:
  Al padre SOLALINDE el Gobierno mexicano y el Episcopado mexicano lo persiguen con saña
Mientras en México, el gobierno pretende eliminar a Solalinde como hace con los periodistas que denuncian la corrupción, los abusos y las malas políticas migratorias, el Papa Francisco lo apoya.)
“El Papa me recibió muy bien. Un empleado del L’Osservatore Romano me dijo: ‘El Papa lo conoce y lo va a saludar en este sitio’, y me situó en primera fila. Dos veces pasó personal del Vaticano para checar que estuviera en primer lugar. El Papa llegó derechito a mí: ‘Santo padre, soy el padre Solalinde que trabaja con los migrantes en México’; se rió conmigo: ‘Sí, lo sé, lo conozco a usted y conozco su trabajo. Continúe, sé que no es fácil, pero continúe’. Le pedí que orara por la violencia en México y respondió que estaba orando.”
–¿Y por qué lo conoce el Papa, padre Solalinde?
–Escribí un libro que editó la Conferencia Episcopal italiana. También otro sobre el reino de Dios, que editó Buena Prensa, de los jesuitas. La periodista laica italiana Lucía Capuzzi publicó: Los narcos me quieren muerto: México, un cura contra los traficantes de hombres, porque viajó al albergue de Ixtepec en México y platicó conmigo
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No sólo el gobierno persigue al padre Solalinde, también lo hace la Iglesia
Elena Poniatowska
No sólo el gobierno mexicano persigue a Alejandro Solalinde, sacerdote católico de 72 años, defensor de derechos humanos, sino que el Episcopado mexicano lo persigue con saña. En junio, el PRD lo acusó de proselitismo en favor de Delfina Gómez, candidata de Morena en el estado de México, y estaba citado ante el Instituto Electoral (IEEM) para el jueves 13 de julio, pero de buenas a primeras el PRD retiró la demanda. Muchos habríamos acompañado a Solalinde a declarar. Fundador del albergue para migrantes Hermanos en el Camino, en Ixtepec, Oaxaca, lo han golpeado y asaltado tanto que ahora anda con una escolta de cuatro jóvenes laicos.
“La única vez que mis escoltas, en cinco años, han usado la fuerza –hasta eso muy moderada–, ha sido en la Basílica de Guadalupe, porque acudí con 36 cubanos que habían estado presos durante dos meses en la estación de Acayucan, Veracruz, porque querían alcanzar a su familia en Estados Unidos. Uno de ellos de plano intentó suicidarse. Entonces hice uso de una figura jurídica que tenemos en los albergues y se llama custodia. Saqué a los 36 cubanos, además de una persona de África y otra de Haití, y venimos a México a su regularización migratoria. En el camino, Migración los quiso extorsionar dos veces y, llegando a la Tapo, la policía privada también actuó en contra de la ley y los corrí. En la Ciudad de México, los cubanos querían ir a la Villa. Entramos por una puerta lateral, un padre celebraba misa; en voz baja les dije que no les podía explicar nada de la Virgen de Guadalupe hasta que terminara, pero los guardias del templo me amenazaron: ‘Usted no puede estar hablando aquí’. ‘Eso mismo les estoy diciendo y vamos a esperar a que acabe la misa’. ‘¡Sálgase! No importa si es sacerdote, no importa quién es usted, si está con este grupo, lárguese’. ‘No me voy a salir’. Intentaron sacarme a la fuerza y Jorge, uno de los escoltas, me protegió. Es la única vez en que uno de mis escoltas ha intervenido.
Tengo escoltas porque varias veces han intentado matarme. Imagínese, una vez me mandaron golpear y van dos veces que me meten en la cárcel. Han querido quemar el albergue en Ixtepec y quemarme a mí.
Migrantes, como mercancía
–¿Cuándo empezó esa persecución?
–En enero de 2007 interrumpí el sexto secuestro masivo de migrantes y a partir de ahí llovieron las amenazas, porque les quitamos el negocio. Querían secuestrarlos y hacer trata. A Ixtepec llegaba el tren con miles de migrantes. Para la policía de Ulises Ruiz Ortiz eran como mercancía que había que separar: las mujeres a la prostitución o a la trata; los hombres al secuestro o al tráfico de órganos.
Desde entonces tengo escoltas, no por orden del gobierno de México, sino de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y la Organización de los Estados Americanos recomendó medidas cautelares. Son cuatro. Tres hombres y una mujer, adventista, Salomé. Los otros tres son católicos, muy respetuosos.
(¡Qué casualidad! Mientras en México, el gobierno pretende eliminar a Solalinde como hace con los periodistas que denuncian la corrupción, los abusos y las malas políticas migratorias, el Papa Francisco lo apoya.)
“El Papa me recibió muy bien. Un empleado del L’Osservatore Romano me dijo: ‘El Papa lo conoce y lo va a saludar en este sitio’, y me situó en primera fila. Dos veces pasó personal del Vaticano para checar que estuviera en primer lugar. El Papa llegó derechito a mí: ‘Santo padre, soy el padre Solalinde que trabaja con los migrantes en México’; se rió conmigo: ‘Sí, lo sé, loepisco conozco a usted y conozco su trabajo. Continúe, sé que no es fácil, pero continúe’. Le pedí que orara por la violencia en México y respondió que estaba orando.”
–¿Y por qué lo conoce el Papa, padre Solalinde?
–Escribí un libro que editó la Conferencia Episcopal italiana. También otro sobre el reino de Dios, que editó Buena Prensa, de los jesuitas. La periodista laica italiana Lucía Capuzzi publicó: Los narcos me quieren muerto: México, un cura contra los traficantes de hombres, porque viajó al albergue de Ixtepec en México y platicó conmigo. En dos ocasiones fui a Italia y Lucía aprovechó para entrevistarme y también mantuvimos una comunicación telefónica. Luego Luigi Ciotti, todo un personaje de autoridad moral, fundador de un movimiento ciudadano en Italia que logró liberarse de la mafia italiana, hizo el prólogo, que me gusta muchísimo.
“Lucía Capuzzi escribió este libro siguiendo el evangelio de San Mateo porque es su preferido. En realidad, a mí el evangelio que más me impacta es el de San Marcos, porque presenta a un Jesús joven siempre en conflicto. Me gusta porque es muy realista, muy cortito y muy concreto, y expone la vida del chavo Jesús, que sale de un problema y ya se mete en otro. Su vida es un solo conflicto hasta que muere. Es el único evangelio que no tiene conclusión, porque Marcos quiere dejársela al lector. La conclusión sería darse cuenta que el reino de Dios es el que nos salva en medio de la ceguera humana.
“La experiencia que tuve en Italia fue fantástica. Allá tuve oportunidad de convivir con muchos sacerdotes, religiosas, obispos, arzobispos, imagínese. Aquí, yo voy a un lugar y con trabajos me pueden saludar porque no están acostumbrados a que un sacerdote haga una autocrítica de la Iglesia y señale cosas que para mí son importantes. Por ejemplo, ¿qué sacerdote le va a estar recordando a los obispos sus responsabilidades? No es que esté por encima de ellos, soy el último en la escala administrativa, pero tengo conciencia y he estudiado la historia de la Iglesia, y me ha costado aceptar el Vaticano Segundo para acá. En este este año cumplimos 10 años de la Quinta Conferencia Episcopal Latinoamericana, la del Santuario de la Aparecida, Brasil. En Brasil, los obispos afirmaron que estamos muy mal como Iglesia, tan mal que de plano tenemos que recomenzar desde Jesucristo. Somos una iglesia clientelar.
Foto
El padre Alejandro Solalinde, Elena Poniatowska y Samuel Mendoza, colaborador de este diario, en la casa de la autoraFoto cortesía de la escritora
–¿Igual que el PRI?
–Sí, igualito. La pastoral que tenemos es sólo de conservación, de mantenimiento a través del culto, pero no se está haciendo una verdadera evangelización, una educación en la fe. Tanto los 160 obispos del tiempo de Benedicto XVI, como los de Bergoglio, el Papa actual tiene que declarar nuestro continente en estado permanente de misión. ¿A qué equivale? El continente –eclesiásticamente hablando– es zona de desastre. Han pasado 10 años y los obispos no han cumplido. Si lo hubieran hecho no tendríamos el México que tenemos hoy.
No me quieren, aunque varios me respetan
–¿Lo denuncia usted, padre, a costa de su vida?
–A costa de lo que sea. ¿Cuántos desaparecidos ha habido en 10 años, cuántos secuestrados, cuántas mujeres asesinadas cada día, cuántas fosas clandestinas, cuánta corrupción?
“Mire, le voy a contar una anécdota. Hace unos siete años, más o menos, en el momento en que salía Fidel Herrera Beltrán del gobierno de Veracruz, visité a Javier Duarte de Ochoa para pedirle que ayudara a los migrantes porque estaban secuestrándolos, extorsionándolos o de plano desapareciéndolos. Esperé a que él llegara en el palacio de gobierno de Xalapa, y recuerdo muy bien que fueron llegando personas de su gabinete y se sentaron, yo empecé a hacerles plática: ‘¿Ustedes son católicos?’ ‘Sí’. Todos católicos, ciento por ciento católicos, no había ni siquiera un cristiano evangélico. ‘¿Ustedes son amigos del arzobispo de aquí?’ ‘Sí, somos muy amigos del arzobispo Hipólito de Xalapa’. ‘¿Leen la Biblia, los evangelios?’ ‘No’. ‘¿No han leído los cuatro evangelios: Mateo, Marcos, Lucas, Juan?’ ‘No’. ‘¿Van a misa los domingos?’ ‘Sí, sí vamos a misa los domingos’. ‘¿Saben que hubo una Quinta Conferencia Episcopal Latinoamericana en Brasil?’ ‘No, pues no’. Les enseñé el folleto: ‘Este librito cuesta 30 pesos, cómprenlo o díganle al arzobispo Hipólito que se los regale. Yo se los regalaría si viviera aquí’.”
“He ido a varias diócesis y es la misma historia, nadie sabe nada, no conocen el Vaticano Segundo, no leen los evangelios, ni les importa, no leen ni su credencial de elector. En esas condiciones, ¿cómo no vamos a tener una clase política tan corrupta? Por eso no me quieren, aunque varios me respetan. Uno de ellos me dijo: ‘Mira, te voy a hablar con franqueza, no creas que no nos damos cuenta de lo mal que están las cosas, pero a estas alturas no voy a cambiar’. No deja de ser incómoda mi palabra y mi presencia. El alcalde de Orizaba me declaró persona non grata. Es curioso, porque el jefe de la Iglesia católica en Roma, el Papa, me acepta, me reconoce, pero varios miembros de la jerarquía católica aquí en México me persiguen. Yo digo que están un poco confundidos, porque no están acostumbrados a que les digan sus errores.”
–Pero las mujeres lo queremos, padre, y somos más valientes y menos cizañosas… y no decimos misa.
–Sí, en una misa en la Villa, las mujeres fueron muy valientes y con sus celulares grabaron a los policías que querían sacarnos: ¿Por qué no dejan al padre Solalinde? Está haciendo oración con las víctimas, ¿por qué no respetan? Esto sucedió en la Villa de Guadalupe, con familiares de víctimas de feminicidios. Pedí permiso al rector de la basílica Enrique Glennie para hacer una oración con víctimas de desaparición. Me negaron el permiso. Dije: Si no me lo permiten, voy a hacerlo en el atrio que es público. Leímos el Nican Mopohua de la Virgen de Guadalupe y después de decir la palabra de Dios analizamos qué acción política podríamos tomar para solucionar problemas. Ya para terminar, llegó la guardia del templo, como en tiempos de Jesús en Jerusalén, a quitarnos el megáfono. Respondí: Tenemos que terminar y vamos a terminar. Vaya a hablar con el rector de la Basílica. Ya hablé con él y por eso estamos en el atrio.
Hombres de todo o nada
–Al obispo Méndez Arceo le indignaría… Qué atraso tan horrible el de la Iglesia en México.
–Pues en Estados Unidos no cantan mal las rancheras. En Georgia me pidieron que celebrara misa y tenía todo: cartas del obispo, documentos y se negaron, porque no había ido a saludar al arzobispo. Desde entonces a donde quiera que voy, primero busco a los obispos. Algunos me reciben; otros, no. Ya tenía cita con el de Aguascalientes, pero como declaré que los obispos deberían ser personas sencillas, cercanas a la gente, caminar con el pueblo y no con el poder, ya no me recibió. En Ciudad Obregón, Sonora, tampoco lo hizo el obispo Felipe Padilla Cardona, a diferencia del Papa, que me puso en primera fila.
–Me encantó que el Papa jamás le sonriera a Trump y le hiciera cara de fuchi…
–Trump pidió llegar en helicóptero y bajar en la plaza de San Pedro y el Papa no se lo permitió. Pidió cita a las 11 de la mañana y el Papa respondió: El único horario disponible es a las ocho de la mañana. No hay antecedente en la diplomacia vaticana de haber recibido a nadie a esa hora, pero el Papa estipuló: A las ocho o nada.
–También usted, padre Solalinde, es de “todo o nada…”
–Así es.

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